Un prólogo de Antonio Gude y cuatro historias cortas componen esta original obra literaria que, presuponemos, marcará un antes y un después en la literatura ajedrecística, gracias en buena medida a su rigor histórico, sus afilados diálogos, sus más que interesantes posiciones elegidas, los numerosos ajedrecistas clásicos incluidos (Deschapelles, La Bourdonnais, Anderssen o Steinitz), sus localizaciones y su oportuno estilo narrativo.
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