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Desde lo alto del Monte Ararat, se divisaba toda Yerevan. El frío en las cumbres era intenso debido a las nieves perpetuas, pero los dos rivales no lo sentían: Tigran Hamasyan, apasionado y sentido, Levon Aronian, afable pero incansable. Se observaban muy fijamente, para no perderse ningún movimiento del otro.

Aronian iba acompañado de su pequeño ejército, Hamasyan se protegía tras su piano.

Aronian inició la ofensiva, su infantería atacó al músico, éste contraatacó haciendo sonar con todas sus fuerzas una de sus canciones más guerreras “Corrupt”

Las notas atacaban al ejército, que resistía sin dar un paso atrás. En ese estado de empate continuo el calor era tan intenso que la nieve empezó a derretirse en el campo de batalla.

Estaba claro que las fuerzas estaban igualadas entre estos dos genios armenios, así que no les quedó otra que pedir ayuda a sus respectivos aliados.

-¡Valeri!- Llamó Hamasyan.

Al momento apareció el músico Valeri Tolstov, acompañando a Tigran con su flauta, el fuerte viento levantado por el primero, hizo que la infantería de Aronian fuese arrastrada por los aires o cubierta por el agua descongelada.

Pero Levon Aronian también contaba con ayuda, Elina Danielian, la gran ajedrecista armenia, que llegó dispuesta a arengar al ejército de Aronian. Ambos subieron a la grupa de los caballos, y avanzaron a grandes saltos, que esquivaban, o aprovechaban la fuerza del viento de los músicos.

Estos sintieron sobre sus cabezas el ataque de la caballería, y llamaron a filas a otro enorme aliado, Serj Tankian. El agua ya les llegaba a todos hasta la cintura, pero Tankian apoyó firmemente sus pies desnudos sobre la tierra inundada. Ese contacto le dio la fuerza que necesitaba para empezar a cantar, al principio de un modo agresivo y poderoso, que asustó a los caballos, tirando a los ajedrecistas al suelo, después de un modo cálido y suave que atrajo a los animales hacia él. Aronian y Elina habían perdido dos piezas fundamentales de su ejército.

Había que contraatacar con un rival a la altura de Serj Tankian, y Vladimir Akopian no tardó en aparecer. Traía con él tres discos dorados[i], y repartió dos de ellos a sus aliados. Subidos a las torres, utilizaron estos discos para dirigir los fuertes rayos de sol de las cumbres contra sus enemigos. Los músicos quedaron cegados, y lo que es peor aún, empezaron a sentir fuertes quemaduras, por lo que tuvieron que resguardarse. Esto hizo avanzar con fuerza al ejército de Aronian.

Así pues, había que sacar la artillería pesada, y Tigran Hamasyan pidió a ayuda a uno de los músicos más célebres de su país, Aram Khachaturian. El gran compositor decidió acompañarse de su personaje más guerrero, el célebre Espartaco[ii]. El ejército de esclavos atacó con fuerza a las filas de Aronian, mientras los músicos interpretaban la Danza del Sable, provocando que la batalla resultase casi cómica.

Aronian hizo lo mismo por su parte, llamó al mayor de los ajedrecistas armenios, Tigran Petrosian, que se juntó con sus aliados para elaborar una estrategia inesperada. Evitaron a toda costa el enfrentamiento directo con el héroe tracio, y decidieron aprovechar que el agua ya les llegaba hasta el pecho, para desaparecer bajo ella. Todo el ejército de Aronian se fusionó en un solo animal, una enorme boa constrictor[iii] buceaba bajo las aguas y rodeó a los músicos y sus aliados, para posteriormente apretar con toda la fuerza de sus anillos.

Éstos se vieron sorprendidos por el ataque inesperado, mientras notaban la asfixia y el dolor en su cuerpo.

-Rendíos, músicos- dijo una voz que era la suma de todos los ajedrecistas- sabéis de qué pueden ser capaces las constrictor.

-¡Nos rendimos!- gritó Hamasyan, que no tenía ninguna intención de perder a nadie de entre filas- ¡Tú ganas, Aronian!

Inmediatamente la boa dejó de apretar, y los ajedrecistas sacaron la cabeza fuera del agua, celebrando su triunfo.

Pero algo no iba bien.

El agua seguía ascendiendo, aquello era algo más que nieve derretida. Todos empezaron a preguntarse qué estaba pasando.

Esa agua traía ecos de otro tiempo, el ruido de un ejército atacando al pueblo armenio, inundándolo en un brutal genocidio, y en una diáspora desesperada[iv].

Los músicos y ajedrecistas se dieron cuenta de que debían estar unidos si querían sobrevivir, pero no sabían cómo hacerlo.

Tigran Hamasyan miró a Tankian y a Tolstov, y tuvo una idea. Buceó hacia su piano y empezó a tocar los primeros acordes de Yerevan to Paris, del álbum Jazz-Iz-Christ. Los otros dos músicos cogieron el bajo y la flauta, respectivamente, y se unieron a la canción, bajo la veterana mirada del maestro Khachaturian.

Las aguas empezaron a bajar, y los gritos de la guerra y el genocidio fueron desvaneciéndose. La cumbre del Monte Ararat empezó a dejarse ver, y en ella empezó a brotar un árbol, que creció hasta que sus ramas tomaron la forma de una cruz[v], y de éstas brotaron nuevas ramas, y hojas, y pequeñas granadas crecieron hasta madurar y caer al suelo, trayendo nuevas semillas.

La muerte daba paso de nuevo a la vida.

Músicos y ajedrecistas se sentaron alrededor del árbol, observando su pequeño país. Aronian cogió una granada[vi] y la partió en dos, le entregó una mitad a Hamasyan mientras mordía los granos de la suya.

Todo estaba bien ahora.

 

[i] Referencia a los tres oros que ganó para Armenia en las Olimpiadas.

[ii] Khachaturian compuso un célebre ballet dedicado a Espartaco en 1955.

[iii] Petrosian es considerado uno de los mejores jugadores posicionales y defensivos de la historia, además de un genio de la profilaxis: en lugar de lanzarse al ataque prefería neutralizar las amenazas de sus rivales y conseguir pequeñas ventajas que aprovechaba con una precisión matemática, lo que le valió el apodo de “Boa Constrictor”. En inglés se le conoce como “Iron Tigran”.

[iv] Referencia al genocidio que sufrió el pueblo armenio, por parte del Imperio Otomano, en el transcurso de la I Guerra Mundial, principalmente.

[v] Sin ánimo de entrar en cuestiones religiosas (y mucho menos en luchas entre religiones), es cierto que el cristianismo ha sido un elemento identitario muy fuerte para el pueblo armenio a lo largo de toda su historia.

[vi] La granada es una de las frutas que simbolizan a Armenia, también a la diversidad dentro de la unión, por sus granos. Y yendo más allá, es un homenaje a los armenios de la diáspora.

 

VENCEDOR: Levon Aronian

 

(Silvia Pazos Hermida)