“Mientras que no todos los artistas son jugadores de ajedrez, todos los jugadores de ajedrez son artistas” – Marcel Duchamp.

 

Ajedrez y arte han ido de la mano en más ocasiones de las que creemos. Tratándose de un juego tan famoso que a lo largo de su historia se ha movido entre círculos intelectuales, la unión artística y ajedrecística ha llegado a ser realmente amplia. MusiChess nos enseña la gran importancia y las similitudes existentes entre ajedrez y música, así como la existencia de grandes ajedrecistas que han hecho historia en el magnífico arte musical. Sin embargo, este hecho también se da en el arte pictórico. No es extraño encontrar una gran cantidad de obras de arte en las que el ajedrez es uno de los motivos principales. Marcel Duchamp es un claro ejemplo de ello. Este artista de la época vanguardista consiguió compaginar el duro trabajo del oficio de artista con el estresante nivel de las competiciones de ajedrez, dejando reflejado en muchas de sus obras su amor por este deporte.

 

Marcel Duchamp

La faceta ajedrecística del artista francés ha quedado eclipsada por su éxito y singularidad en el ámbito artístico. Duchamp pasó su infancia aprendiendo dibujo junto a sus hermanos, pasando por varios estilos a lo largo de su juventud, como una temprana influencia impresionista, su breve paso por el Fauvismo o sus grandes obras dentro del cubismo. Fue en 1910 cuando realizó La partida de ajedrez, donde se refleja, ya desde una edad temprana, su gusto y afición por este juego. En el cuadro, sus dos hermanos disputan una partida en el jardín, mientras sus mujeres cavilan distraídas.

Sus pinturas se fueron impregnando de diversas influencias provenientes del desarrollo de las vanguardias, que rompían con la estética establecida hasta el momento y buscaban una nueva forma de comunicar. El surrealismo y el dadaísmo le llevó poco más adelante a ser el precursor del arte conceptual, estableciendo que toda persona puede ser artista, sin necesidad de talento.

Para Duchamp, la creación artística es el resultado de la propia voluntad del individuo, es por ello que todo individuo con una voluntad de crear, puede ser capaz de hacer arte, sin que en esta creación sea necesaria una formación técnica o un talento específico. De este modo, Marcel Duchamp rompe con lo establecido por los pintores anteriores, anclados en la técnica y la expresión, imponiendo una nueva forma de arte y una nueva estética muy arraigada en el dadaísmo y dirigida a destruir la obra de arte total, o la idea de la misma.

Acuñó también un nuevo término llamado Ready-mades, con el que se refiere a un tipo de arte realizado mediante objetos cotidianos con una función ajena al arte, creando así una nueva función para ellos y un nuevo paradigma de pensamiento en el espectador. Su gran sentido del humor se expande también hacia sus obras, llegando a realizar obras irónicas con las que consigue burlarse del arte mismo, o incluso de sí mismo.

 

Su faceta ajedrecística

La pasión que Duchamp sentía por el ajedrez fue comiendo el terreno poco a poco del gran amor que sentía por el mundo del arte. Aunque a lo largo de su carrera artística pudo compaginarla con el ajedrez, en ocasiones sorprendía al mundo afirmando que el ajedrez era lo que más le hacía disfrutar, y que su mayor sueño era ser jugador profesional. Habiendo ganado ya varios torneos internacionales, Marcel compitió en la selección francesa en cinco Olimpiadas de ajedrez: París 1924, La haya 1928, Hamburgo 1930, Praga 1931 y Folkestone 1933. Además, uno de sus compañeros de equipo era ni más ni menos que el Campeón Mundial Alexander Alekhine.

Con un estilo sólido y una gran profundidad de juego, Duchamp fue un jugador de ajedrez con una imperturbable serenidad, llegando a tener una gran capacidad para aprovechar cualquier pequeño error de su contrincante o una ligera ventaja que le concediera la partida. Con el tiempo, llegó a poseer el título de maestro de ajedrez francés, y hasta el mismísimo Edward Lasker le consideró como uno de los mejores 25 maestros de los Estados Unidos (Marcel Duchamp era francés de nacimiento, pero en 1955 se le concedió la nacionalidad estadounidense).

El ajedrez era para él una magnífica obra de arte, y su complejidad le atraía más que cualquier otra cosa, llegando incluso a obsesionarse con el estudio de jugadas hasta altas horas de la madrugada. Solía frecuentar el Marshall Chess Club, uno de los clubes de ajedrez más antiguos e importantes de los Estados Unidos.

Durante los 20 años que Duchamp pasó en Francia, dedicó la mayor parte de su tiempo a jugar y participar en torneos de ajedrez. En 1923 anunció su retirada del arte para dedicarse por entero al ajedrez profesional, lo que causó una gran conmoción en el mundo del arte. Sin embargo, Duchamp nunca se apartó de su vida artística, sino que había continuado con ella en secreto y apartado de la comunidad artística, compaginando a la vez su gran afición por el ajedrez como hizo durante la mayor parte de su vida con éxito.

 

Duchamp y la música

Al igual que sus contemporáneos, a Duchamp le gustaba experimentar en todos los ámbitos del arte, y además de la pintura y la escultura, realizó también algunas composiciones musicales. Entre 1912 y 1915 Duchamp crea dos obras musicales y una pieza conceptual ampliamente influenciada por un acontecimiento musical. Con sus composiciones el artista francés pretende alejarse de todo lo creado hasta el momento y reinventarse traspasando los límites formales, y anticipando una experimentación. Precisamente el ámbito de la investigación que posteriormente será la base de la vanguardia musical del siglo XX.

Sin respetar los valores formales de la música y sin conocimientos previos musicales, como él mismo abogaba para que cualquier individuo pudiera generar arte, se atrevió a componer piezas musicales con métodos conceptuales, adelantándose a la corriente de la aleatoriedad musical. Erratum Musical es una obra escrita para tres voces que muestra la aleatoriedad en su composición. Duchamp establece tres juegos de 25 cartas, un juego para cada voz, y cada carta representa una nota musical. Mezclaba las cartas en un sombrero y las sacaba anotando las notas, interpretándolas posteriormente en un piano.

La segunda parte del Erratum Musical contiene instrucciones para ser interpretada mediante un instrumento mecánico utilizando números en lugar de notas, sin embargo, se trata de una pieza inacabada. Anticipándose al movimiento Fluxus propio de la década de los años 60, creó Sculpture musicale, con voz de John Cage y mediante cajas de música, Duchamp genera esta obra mediante notas escrutas en pequeños pedazos de papel y ordenándolas de forma aleatoria.

 

Marcel Duchamp VS John Cage

El gran músico John Cage también era aficionado al ajedrez y acostumbraba a jugar partidas con Duchamp, a pesar de que en la mayoría de ocasiones las perdía, pues no tenía un nivel avanzado en el juego como Duchamp. Sin embargo, en marzo de 1968 se produjo una de las últimas apariciones en público de Marcel junto a su amigo músico en la que jugarían una peculiar partida de ajedrez bajo los focos del Ryerson Theatre y la atenta mirada de sus espectadores.

Cage encargó a Lowell Cross el diseño de un tablero de ajedrez que emitía música electrónica mediante un sistema de generadores de sonido instalado en diferentes zonas del tablero, así como elementos fotosensibles y micrófonos capaces de captar los movimientos de las piezas y su sonido al deslizarse. Al mismo tiempo, un osciloscopio se encargaba de generar imágenes que se proyectaban en pantallas de televisión a tiempo real de lo que iba sucediendo en el juego para que el espectador pudiera seguir la partida de cerca, como si fuera un jugador omnisciente.

Cuatro horas y media duró la partida de ajedrez entre estos dos grandes artistas revolucionarios, una reunión irrepetible entre el encargado de cambiar la historia del arte mediante la inclusión del arte conceptual, y el encargado de darle un vuelco a la música contemporánea con la investigación y la inclusión de sonidos creados con objetos cotidianos e incluidos en composiciones musicales. Dos grandes símbolos de la cultura de vanguardia frente a frente, en silencio, con un tablero de ajedrez lleno de cables jugando una partida extraordinaria e irrepetible durante horas.

Como venía siendo habitual, Cage perdió la partida frente a un Duchamp que se reveló imbatible a pocos meses de su muerte, con una salud resentida pero con un sentido del humor que pervivió hasta el último segundo de su vida. De este modo ambos crearon una obra de arte presentada como una de las últimas creaciones del artista francés en la que se mezclaron la música electroacústica, las imágenes en tiempo real, los efectos de luz y por supuesto, el ajedrez en estado puro.

 

Su última obra

Durante los últimos 20 años de su vida  (entre 1946 y 1966), el artista no sacó a la luz ninguna obra y todos sus coetáneos pensaron que se había apartado del arte para dedicarse por entero al ajedrez, como era evidente tras su inquietante declaración. Sin embargo, un año después de su muerte apareció su última gran obra, con instrucciones pertinentes del propio Duchamp para montarla y exhibirla. Etant Donnés se presenta de este modo como una obra de arte enigmática, cargada de sensualidad y erotismo, en la que había estado trabajando en secreto en su estudio de Nueva York durante 20 años, sin dejar una sola pista que poder seguir para realizar su análisis y encontrar el significado concreto que el autor quería expresar con ella. Sin duda un último guiño al ambiente de misterio y el buen humor del que hizo gala a lo largo de toda su vida, y un inquietante punto final.

Diego Peláez.