Érase una vez una compositora rica y una ajedrecista más pobre que nadie en el mundo. La ajedrecista no podía comer y se apuntó al torneo Compositoras vs. Ajedrecistas, ya que el premio eran 100.000.000.000.000 de patatas.

En este torneo tenían que disfrazarse de jamones o patatas. La primera batalla se encontró con la compositora, en la que esta (la ajedrecista) ganó al final. La ajedrecista pobre llegó a la final que era una batalla en gravedad cero con monstruos pepinos y patatas locas con hachas. La lucha consistió en montarse en ovnis tomates o en espinacas voladoras con ametralladoras lanza kétchup. Como la compositora no sabía (2 palabras ilegibles) la ajedrecista pobre tenía una ventaja. La lucha prosiguió hasta que un monstruo pepino se comió a la ajedrecista pero ella se metió en su cerebro y lo controló, atropelló a la compositora y ganó. El árbitro nuez dijo que se merecía la victoria porque había ganado. Pero ella dijo: “no he ganado así, he ganado porque Dios está conmigo”. Entonces empezó a compartir las patatas con la compositora rica. Y se fueron juntas a vivir en una ciudad en la que se convirtieron en pianos.

VENCEDORA: Ajedrecista

 

(Álvaro G. 9 años)