El majestuoso Teatro Bolshói de Moscú, se encontraba completamente lleno. Se estaba decidiendo qué personaje había aportado más a la sociedad y cultura rusa. El título se lo disputaban, por un lado, el gran compositor Pyotr Ilych Tchaikovsky, y por el otro, el polifacético Semyon Alapin, muy valioso por su contribución al mundo del ajedrez.
El juez que iba a conceder tal honor, presidía el espectáculo desde el palco imperial, era el Zar Alejandro III, acompañado por la familia real.[1]
Los pesados cortinajes del teatro se abrieron, y el público estalló en aplausos cuando apareció Tchaikovsky, afamado compositor de ballets y óperas, y muy querido por el pueblo ruso. La ovación fue en aumento al ver que venía acompañado por algunos de sus personajes más célebres: elegantes cisnes, un disciplinado soldado-cascanueces junto al Rey de los Ratones, la Bella Durmiente, Romeo y Julieta… entre muchos otros.
Sin embargo, un ruido ensordecedor ocupó el escenario, y todos estos personajes salieron en desbandada cuando, desde el fondo del decorado, un acelerado tren de hierro entró en escena.
El público gritó asustado, pero la máquina frenó en seco, y de ella se bajó el maestro ajedrecista Semyon Alapin, saludando con la mano, y acompañado de su pequeño ejército. Los asistentes murmuraban asombrados, hasta que el maestro se dirigió al Zar diciendo:
-Majestad, aquí tenéis a un hombre que ha contribuido al progreso de nuestro imperio ruso, ya que mis conocimientos de ingeniería ferroviaria han ayudado a traer la revolución industrial a nuestra empobrecida tierra.[2]
El Zar asintió, reconociéndole su valía, y el público empezó a mostrarse más favorable ante este gesto del monarca.
Ante una orden del maestro Alapin, el tren se retiró del escenario, y su ejército de blancas se colocó en posición de juego. El ajedrecista pretendía crear una danza a partir de su famosa “Apertura Alapin”. Así pues, se inició la música, y uno de los peones blancos avanzó dos puestos, y a continuación el Caballero se situó en la posición inicial de ese peón. Eso provocó que el Obispo y la Reina apenas pudieran moverse, y la confusión se apoderó de las piezas danzarinas, hasta tal punto que se descoordinaron y se tropezaron entre ellas.[3] Las risas del público no tardaron en aparecer, y ante la humillación de Alapin, Tchaikovsky decidió entrar en escena.
Los enérgicos bailarines de la Danza Rusa de su ballet “El Cascanueces”, apartaron a las piezas rezagadas con sus grandes saltos y patadas al aire, mientras el público aumentaba el volumen de sus carcajadas.[4]
Alapin decidió vengarse del escarnio, con un nuevo as bajo la manga. Tiró sobre el escenario una gran cantidad de trigo, que provocó los resbalones y caídas de los bailarines. Esta acción implicó división de opiniones entre el público, mientras unos prefirieron seguir riéndose, otros protestaron al verlo como un juego sucio.
El Zar paró el espectáculo y le pidió explicaciones a Alapin. Este no tardó en dárselas.
-Con esta acción he simbolizado la importancia que tiene el cereal para nuestro hambriento pueblo. Yo, como comerciante de grano, he ayudado a calmar un poco las penurias de nuestro pobre campesinado, la gran mayoría de vuestros súbditos. Creo que solo por eso merecería ganar este duelo.[5]
Un íntimo murmullo recorrió todo el público, y en los ojos de Alejandro III brilló la flaqueza, sin duda el campo ruso necesitaba un cambio que mejorase las condiciones de vida de los campesinos.
Tchaikovsky se dio cuenta de que su posición peligraba, e hizo sonar las delicadas notas del “Lago de los Cisnes”, transformando los granos de trigo en gotas de agua, que acabaron creando un pequeño lago en el escenario. La música conmovió a la audiencia, que asistieron fascinados a la entrada del Cisne Negro-Odile deslizándose majestuosamente sobre el agua.[6]
Alapin decidió frenar el avance del Cisne Negro con uno de sus jugadores estrella, Attakinsky, el Blanco[7]. El cisne negro se enfrentó a este personaje de ataque con una danza agresiva. Ambos eran enérgicos, decididos y faltos de compasión. Viendo que las fuerzas estaban igualadas, Tchaikovsky decidió cambiar de estrategia, cambió la música y el Cisne Negro se fue transformando poco a poco en el Cisne Blanco-Odette[8]. Este grácil cisne esquivaba cada una de las agresiones de Attakinsky con delicados movimientos, que descolocaban a su oponente. Así que Alapin hizo salir a Defendarov, el Negro[9]. Este jugador, reservado y oscuro, mostraba una gran cautela, manteniéndose a la defensiva.
Esto despertó la curiosidad y la confianza de Odette, que avanzó hacia Defendarov, mientras éste aguardaba para asestarle un golpe maestro.
Advirtiendo esto, Tchaikovsky llamó a Eugene Onegin[10], seductor y atrevido, que se interpuso entre Odette y Defendarov. Onegin sonrió al Cisne Blanco, haciendo que se ruborizase, y se enfrentó a Defendarov, retándolo a un duelo con pistolas. Defendarov decidió no aceptar, quedando Onegin como vencedor, y por lo tanto, también Tchaikovsky.
Pero la decisión final estaba en manos del Zar, que les pidió a ambos oponentes que saliesen al escenario, y que expusiesen poderosas razones para elegir a un vencedor. Alapin sonrió, como lingüista tenía una gran capacidad de oratoria. Tchaikovsky lo sabía, así que decidió adelantarse interpretando su última composición, el Adagio de “La Patética”. El Zar y todos los asistentes se emocionaron profundamente, no solo por la belleza de la melodía, si no por la intensa interpretación. Tchaikovsky puso toda su alma en su música hasta el punto que, al finalizar, su rostro estaba completamente pálido.
Alejandro III, con los ojos llenos de lágrimas, dio como vencedor al gran Tchaikovsky[11], y todo el público se levantó aplaudiendo entusiasmado. Alapin asumió la derrota sin tristeza, pues también se había conmovido con la música.
Tchaikovsky se quedó solo en el escenario, mientras la multitud lo ovacionaba, profundamente agradecido.
Las cortinas empezaron a correrse mientras los aplausos iban muriendo, y cuando finalmente se cerraron, el gran maestro, sin fuerzas, cayó de rodillas.[12]
[1] Alejandro III fue Zar de Rusia en las últimas décadas del s.XIX. Sin tener grandes aspiraciones intelectuales ni filosóficas, Alejandro era un entusiasta de la música y un mecenas del ballet. Como curiosidad, era el padre de Nicolás II, el último Zar, fusilado por los bolcheviques.
[2] Alapin era ingeniero ferroviario
[3] La Apertura Alapin en ajedrez, descrita en el texto, se considera poco eficaz ya que dificulta los movimientos del alfil y la reina.
[4] https://www.youtube.com/watch?v=PzS1hucNxbo
[5] Entre otras facetas, Alapin también fue comerciante de grano. La Rusia imperial era agraria y latifundista, pero los campesinos vivían en condiciones deplorables debido al atraso de las técnicas agrícolas y los abusos del latifundio.
[6] Odile (El Cisne Negro), es una malvada bruja del ballet El Lago de los Cisnes.
[7] Attakinsky era un personaje de ficción creado por Alapin para ilustrar sus escritos sobre técnicas de ajedrez, especialmente análisis de aperturas. Este personaje jugaría con blancas y tendería a técnicas de ataque.
[8] La princesa Odette (El Cisne Blanco), es la heroína de El Lago de los Cisnes.
[9] Junto con Attakinsky, Defendarov era el otro jugador ficticio de los escritos de Alapin. Jugaba con negras y a la defensiva.
[10] Eugene Onegin es un personaje de la ópera homónima de Tchaikovsky. Joven elegante y vividor, aunque agradable. Con los años se arrepiente de haber rechazado el amor de la romántica Olga, y de haber matado a su mejor amigo en un duelo.
[11] Alejandro III era un gran devoto de la música de Tchaikovsky, hasta el punto de otorgarle una pensión vitalicia.
[12] Tchaikovsky murió nueve días después del estreno de su Sexta Sinfonía, la Patética. Su muerte se atribuyó al cólera por beber agua contaminada, pero también hay alguna teoría que sugiere que se suicidó, aunque esta segunda versión no está probada.
VENCEDOR: Pyotr Ilyich Tchaikovsky
(Silvia Pazos Hermida)
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