Me revelaré ante vosotros y os contaré, con un enfoque mucho más personal que académico, cuándo desatendí mis instintos vikingos para comenzar a escuchar música proveniente del Extremo
Oriente. Mi tocayo Alejandro Magno conquistó Persia. Yo, en cambio, os llevaré hasta un Oriente aún más lejano, dejando a un lado la música de lo que conocemos como Oriente Próximo (Middle East para algunos países).
¿Qué os parece si nos remontamos a aquellos tiempos en los que mi melena y barba no lucían tan salvajes? ¡Imagináis bien! Siendo aún un gentil zagal descubrí la banda sonora (original) de un videojuego bélico ambientado en el Japón medieval. O, por ser más preciso, su adaptación orquestal posterior, dividida en trece emotivos capítulos. Este álbum, Onimusha 2 Orchestra Album – Taro Iwashiro Selection, pertenece al compositor japonés Taro Iwashiro. Así que os recomiendo, si queréis convertiros en aprendices de samuráis, que no dejéis de escuchar su épico capítulo XI Truth of War. Aunque desconozcáis el videojuego, podréis entrar de lleno en la piel de un guerrero japonés que observa, junto a su katana, un vasto horizonte. Este Capítulo XI concluye con una embaucadora melodía para piano. Pero no temáis, porque de no estar a la altura de vuestras expectativas, habéis de saber que en el resto de capítulos hay sonoridades para casi todos los gustos.
Japón y las dos Coreas.
Nos mantenemos en Japón. De forma concisa, como el guión requiere. Quizá otro día, con más espacio, pueda hablar de bandas sonoras y demás.
De Hisato Ohzawa destacaría sus conciertos para piano y la Sinfonía nº 3, siendo esta una obra programática que “narra” la fundación de Japón. Akira Ifukube además de haber compuesto la música de Godzilla tiene también numerosas obras de lo que se conoce fuera de los ambientes académicos como música clásica. Fumio Hayasaka destaca por sus bandas sonoras Rashomon y Siete samuráis (del director Kurosawa). Del vanguardista Toru Takemitsu recomiendo las obras Requiem for String Orchestra, Waltz, Nostalghia, A Flock Descends Into Pentagonal Garden, Kaseki the Fossil y Dodes’kaden. De Kenji Kawai es obligada la banda sonora de Ghost in the Shell. De Rentaro Taki conviene escuchar Kojo no Tsuki (La luna sobre el castillo en ruinas), Hakone Hachiri y Hana. Michio Miyagi, Hidemaro Konoye, Yasushi Akutagawa, Takashi Yoshimatsu son otros compositores japoneses de renombre.
Corea del Sur tiene importantes referentes en la música clásica. Alice in wonderland de Unsuk Chik es una muestra de cómo la música académica del siglo XX ha transformado la ópera. Más difícil de escuchar es la música de la compositora Younghi Pagh-Paan. De Isang Yun recomiendo su Sinfonía nº 3. Para terminar, poco que añadir sobre el pianista Yiruma y su archiconocida obra para piano River flows in you.
De Corea del Norte poco se sabe. Representativa es la Pochonbo Ensemble Orchestra, gracias a canciones folclóricas y representaciones de tinte revolucionario.
India, Pakistán, Bangladesh, Sri Lanka.
A India también podría dedicarle una Odisea propia de Herman Hesse. Poco que añadir del mago del sitar Ravi Shankar, con álbumes tan brillantes como The Spirit of India o Chants of India. A la altura, pero con el sarod, está Amjad Ali Khan. Así como Bhaskar Chandavarkar es mi exponente de la música clásica hindustaní, Muthiah Bhagavatar lo es, siguiendo la estela del prolífico Tyagaraja, en la música clásica carnática. Como cantantes os presento a Parveen Sultana y Dilshad Khan, que, reconozco, me resultan difíciles de escuchar. El virtuoso percusionista de fusión Trilok Gurtu ha brillado
junto al ecléctico guitarrista John McLaughlin, así que sus conciertos no deben pasarse por alto. Por último, aunque nos dejemos numerosos nombres, me siento obligado a destacar la bella y extensísima canción Nada Brahma (Sound Is Divine) de Sheila Chandra.
Kazi Nazrul Islam es el poeta nacional de Bangladesh, siendo sus canciones un símbolo tanto en Bangladesh como en India.
Mohideen Baig, conocido por su música budista, cambió la India por Sri Lanka en 1932.
De Pakistán provienen Junoon, representantes del rock sufí. Si su canción Talaash no os hace mover la cabeza, intentad despertaros con su icónica Sayonee. El también paquistaní Nusrat Fateh Ali Khan puso en el mapa, haciendo música qawwali, a los devotos sufís.
(SouthernViking25)
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